marzo 12, 2017

Relatos de Domingo: Vías hacia la Muerte.




Las gotas que el cielo emana durante las efímeras tardes de otoño, lágrimas que solloza continuamente vociferando a la nostalgia, descubren un camino por el que transitan únicamente los elegidos. Entre los charcos de esperanza se desplaza la vida hacia lo desconocido. 
Rodeado por un espeso y gris lodo, el sendero se mantiene seco a pesar de las gotas que no cesan de caer, y al fondo se observa inmutable… la oscuridad, sólo tinieblas que no permiten ver el final. 

En una solitaria tarde de abril, camina lentamente un hombre, la sombra esbelta resalta en la incertidumbre. Joven de ojos tiernos y aventureros cuya curiosidad lo anima constantemente, guiándolo a un futuro incierto. Su pasado no es, no fue y nunca será. 

Con cada paso un sueño va de la mano, mientras se pregunta incansablemente ¿A dónde me lleva el sendero?
Eso ya no importa, el finito no es lo imprescindible. Lo empuja el deseo de apreciar bellas auroras, amanecer junto al viento en lugares incógnitos y anónimos. Vivir sin aquejar otra existencia, sin unirse en un lazo que termine hiriéndolo. Quiere ser libre. 


Por fin logra ver algo, a lo lejos se vislumbra una luces que tintinean fugazmente, entonces con más ahínco se vuelca hacia el camino. Ya falta poco…
Y tras pasos agitados por fin llega al terminal, las luces no eran más que el reflejo de la luz sobre unos hierros que forman un imponente enrejado. En lo alto un cartel; “Ingresad al limbo, donde los sueños son realidad y de donde nunca os saldrás”
 

Bien –se dijo a si mismo- no importa, de todos modos, ya no quiero regresar.
Apenas terminó de pronunciar la frase, los barrotes vetustos se abrieron al compás desprendiendo un chirrido insoportable, era obvio que desde hacía mucho las puertas no se abrían a nadie.
Al fondo un paraíso terrenal de belleza insuperable, impresionante, y la más silenciosa soledad. Miró sus pies, y no halló zapatos.
No importa, no voy a necesitarlos- y sin pensarlo un segundo más ingresó.
Su atisbo se dirigió hacia la pradera más alta, cubierta de pasto, verde en la inmensidad. Subió a paso firme con la mirada fija en la cumbre, un hermoso roble se erguía imponente en la cima.

Esta es la gloria- se dijo. 


Llegó agotado y en los ojos brillando un fulgor de victoria y triunfo, sintió cansancio y se recostó en el pasto empapado aún. Apoyó su cabeza sobre el grueso tronco del árbol e intento observar desde lo alto del lugar los derredores que se hallaban frente a la pradera.
Nada más bello e incomparable, era un lugar mágico. A lo lejos se enaltecían abrazados una gran cantidad de cerros, de un pigmento verde, abrigados de vegetación, y a las faldas de las praderas. A mitad exacta de ese ensueño un manantial, una laguna de aguas claras que reflejaba el azul infinito. Era un trozo de cielo extendido en la tierra. 


He llegado al paraíso –pensó- hoy mis sueños más remotos son realidad. ¿Esto es acaso la libertad?


En lo alto, espléndido el cielo añil sin siquiera un mancha. Sólo nubes blancas en el celaje más alto y radiante, se alzaba imponente un castillo en cuya torre principal, agitábase por el golpeteo del viento una bandera blanca, símbolo de paz.
El asombro del hombre no cabía en su raciocinio y solo atinaba a volver la cabeza al viejo roble que tenia tras su espalda.
Mientras la brisa jugueteaba con sus cabellos castaños, volvió a caer sobre las hierbas en las cuales se acurrucaba, desprendiendo las florecillas violetas que extrañamente surgían de los pastizales. Un olor balsámico, perfume de los dioses, se expandía por todo su cuerpo. 


Sintió como la brisa tibia lo arrullaba. Y de pronto, el silencio roto, fracturado por una melodía. De la laguna contingente, una voz llegaba a sus oídos entonando una canción suave que llamaba al sueño, alquimia que le obligaba a recostarse entre el pasto sumiso. Sintió cansados los ojos y no pudo resistir más… durmió.
Entre sueños sintió algo frágil que le tocaba el rostro, una caricia encubierta, le agrado la tibia suavidad del mimo. Sin embargo la razón vino a su mente -¿de donde venían las caricias?-Si cuando él llegó no vió nada, pensaba en lo más profundo de su mente, y los mismos cariños que no cesaban. 


Un espanto tremebundo se apoderó de su cuerpo, separó abrúptamente los ojos y no halló a nadie.
Pensó: Es el viento simplemente…
Y volvió a reclinarse pero esta vez no durmió, ya no podía.
A lo lejos el eco la misma canción que no moría, continuaba excluida de lo que pasara a su alrededor. Parecía decirle: ven… te estoy esperando.
El muchacho se levantó sin decir una sola palabra, sin siquiera percatarse de las flores que arrancaba inconscientemente del lugar en que agazapado había recobrado energías, y sin reconsiderarlo se dirigió hacia lo desconocido, buscando el origen de la melodía. 




El verde césped le palpaba los pies a cada paso, a los pocos minutos ya estaba viendo el cielo reflejado en las diáfanas aguas de la laguna mas bella que pudiera haberse imaginado. Se acercó cautelosamente y la melodía pareció hacerse más enérgica, fortaleciendo sus ánimos de aproximarse. Vió las aguas azules de un brillo espectacular y se vio a si mismo, sus divinos ojos azules que se confundían con la atmósfera, y en medio, en el fondo de la laguna, una cegadora luz resplandeciente asemejando al sol sumergido. 


Cubrió sus ojos con las manos asustado, cayó al verde pasto de la ribera,mientras el temor anidaba en su sentido. El pulso aceleró y una taquicardia se apodero de él, sus latidos retumbaban en el pecho queriendo escapar. Respiró profúndamente el viento impío que salía del agua y recobró valor, una bizarría divina que lo hacia ver magnifico.
Descubrió sus ojos y observó fijamente, ya no estaba el fulgor y en su lugar se hallaba una paradójica burbuja. 


Es demasiado extraño –pronunció- pues la burbuja manifestaba lo que dentro del agua había, un espejo dentro de otro.
Entonces la razón se centró en su instinto. 

¡Debió reflejar el sol!
No obstante al levantar la mirada al índigo éter, un escalofrio recorrió su cuerpo por cada vena y arteria….

¡No hay! ¡No está el sol! 

Sus gestos cambiaron totalmente, estaba aterrorizado. Si no existe el sol aquí, ¿de dónde se revela la luz?
Permíteme explicártelo -le dijo una voz- yo puedo hacer que lo entiendas. 

E inmediatamente finalizó el canto, ya no se oía más que el mutismo de la nada. El viento corrió pavoroso agitando los árboles, cabalgando por cada una de las ramas. 


¿Quién eres? Pregunto el individuo.
Un calificativo apropiado para mí no existe. Has de haber escuchado hablar de mí, tal vez como un sueño o quizás como una maldición. Las personas como t, me han denominado Nereyda y así es como deseo que me conozcas. Ven hacia mí, acércate…


El muchacho se aterrorizó recordando las leyendas que de niño había oído narrar a su abuelo mientras arrodillado lo rondaba.
Las sirenas sólo buscan hombres para encantarlos y… liquidarlos, si algún día ves una hijo mio, huye, corre lo mas rápido que tus pies te lo permitan. ¡Corre!
Más ya era demasiado tarde, la misma luz cegadora, resplandeciente y fulminante a la vez emergiendo de lo profundo del estanque. Una burbuja plateada que al subir por sobre el nivel del agua, dejó caer la última de sus gotas.


El hombre se paralizó, sus músculos no respondían y quiso correr, salir de allí y no pudo.
La burbuja se centró simétricamente en la laguna, y sobre ella se resquebrajó y partió en dos, dejando caer en las nítidas sosas las porciones laterales y descubriendo su tesoro a la luminosidad.
Y he ahí una mujer perfecta, de negra y larga cabellera, brillantes ojos oscuros, brazos esbeltos y piel morena. 


El corazón del muchacho palpitó cada vez más precipitadamente, observó cabizbajo la figura extraordinaria de la criatura que flotaba sobre el agua y observó aterrado que la parte inferior eran escamas, una cola de pez. Tenía razón, era una sirena.
¡Inaudito! Poseía alas en la espalda, las cuales le cubrían el pecho, las liberó vertiginosamente desatando un vendaval en las templadas aguas del estuario. 

Él la vió tremebundo, y su terror se transformó en deseo, la belleza de la náyade lo cautivó, embelesándolo a tal punto que perdió la razón, no resistía las ansias de tocarla. La claridad de sus radiantes ojos azules había desaparecido, tornándose en tinieblas.

La dríada inició nuevamente su melodía entonando cada vez más fuerte, penetraba hondo en la mente del desafortunado muchacho, que ya no era él, ese sólo era un despojo human. El alma ya no la tenía, ella lo llamaba, le cantaba directamente al oído, lo observaba con malicia. Ven - le decía - yo te deseo y tu a mí, ven, ven…
El cuerpo insensato, caminó y se adentró en las aguas. Primero las piernas, luego el tórax, el agua le llegaba hasta la garganta, se atragantaba de agua pero no reaccionaba. El encantamiento no podía romperse, los torrentes se agitaron y lo envolvieron en un torbellino atrayéndolo a tal profundidad que el líquido se le introdujo por entre los oídos, los ojos ya no eran azules, eran negros, horrendos. 


Para cuando el alma regresó al cuerpo ya era demasiado tarde, no podía subir, le faltaba el aire, se agitó, pataleaba e intentaba nadar, pero era inútil. Se desesperó en demasía y el aliento huyo de él mas próntamente. Su cuerpo aun tibio, sin resuello de vida, descendió lentamente a la profundidad, se fue hundiendo más y más hasta llegar al fondo, donde colisionó tortuosamente, sacudiendo su cuerpo inerte.



En lo profundo de la laguna un cementerio se ocultaba, otros desafortunados yacían junto a él.
La sirena, satisfecha, volvió a su burbuja, con una sonrisa malévola y cruel entre dientes. Se acurrucó y se dispuso a continuar con su letargo.
Uno más que me habrá de acompañar -pronunció- y perversamente rió a carcajadas. El eco corrió junto al céfiro por cada colina, y las flores se estremecieron temerosas y apenadas.
En lo alto el viento gimotea, y dentro del castillo una doncella padece, arroja una oración por la esencia del joven y observa afligida al sol encadenado entre las nubes que circundan el palacio.
La brisa canta y la lluvia en la tierra dibuja, mientras descubre más caminos que conducen a la libertad, la felicidad o la muerte.  




 

2 comentarios:

  1. ¡Que bonito! Me has dejado sin palabras.
    Un besazo, Cleo

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  2. ¡Muchas gracias Cleo! ¡Tengo que aprovechar estos momentos de inspiración ya que no son muchos!
    Un besazo también para ti. <3

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